Keys jingle as she slowly unlocks the door, propping it open with a rubber stop. She enters noiselessly, moving with the grace of a wary cat.
As she leans over to make the bed, a small crucifix falls from her blouse. She smiles as she works, as if a pleasant tune is running through her head, reminding her of childhood dreams and innocent pleasures. Time moves quickly, and soon the trash is removed, the bedroom vacuumed and cleaned, and the bathroom scrubbed and freshened.
Before leaving, she adjusts the air conditioning to comfort the occupants upon their return. For them, it will seem like a new room has been created out of the untidiness of the old as if a wizard stopped by and performed his magic while they were gone.
For guests, it is magic; for her, a life’s work. Closing the door firmly, she moves on to the next room, knocking softly, not wanting to disturb.
It’s easy to take for granted the labors of those like the humble hotel maid, whose efforts make civilized life possible, and to miss their subtle skill, diligence, and just plain decency. From priests to police officers, grocery clerks to gardeners, machinists to mothers, we tend to appreciate the product without acknowledging the producer.
Once a year, though, we’re reminded to tip our caps to those who make the world better, safer, easier or just more fun. This is the great significance of Labor Day a time to slow down, relax, and think about the debt we owe our fellow employees and employers, as well.
Labor Day’s Roots
Fittingly, Labor Day has its roots in the union movement. The idea was the brainchild of Peter McGuire, leader of the Knights of Labor. He suggested that while there were holidays commemorating religious, civil and military observances, none represented “the industrial spirit the great vital force of every nation.”
The first Labor Day celebration took place in New York on September 5, 1882, and featured a march around Manhattan’s Union Square by 10,000 workers. Later, there were picnics, dancing, fireworks and, naturally, speeches extolling the virtues of the working class. So successful was the event that unions called for its annual celebration, designating the first Monday in September as Labor Day.
The idea caught on. From its union roots, Labor Day began honoring the broader contribution made by all workers to life in these United States. Oregon first recognized Labor Day on February 21, 1887. Within a few years, Labor Day became a federal holiday, fulfilling Peter McGuire’s dreams.
Comencé a escuchar el discurso cuando ya iba por la mitad. Yo asumí que las palabras se habían escritos por uno de los padres fundadores de la patria. Como a la estación de TV por cable a menudo pone en el aire lecturas históricas, pensé que había adivinado bien.
Aumentando las palabras y la oratoria había una grandiosidad impaciente. Un tono lleno de recuerdos de los patriotas Hamilton, Jefferson y Adams justo antes de dar el grito de batalla por la independencia. La oratoria llevaba el cuño de la agudeza e inteligencia de antaño. La oratoria era tan convincente que yo tuve que salir del otro cuarto para ver quien era el orador.
“Tiene que haber un partido que defienda la historia, el legado y los héroes de Estados Unidos contra los visigodos y vándalos del multiculturalismo,” rugía él. Tiene que haber un partido dispuesto a sacar a los mercaderes del templo de nuestra civilización.
Este era un discurso de ideas que eran al mismo tiempo provocadoras y llenas de perspicacia. No contenía ninguno de los caprichos tan comunes en los discursos políticos de hoy: la habladuría, rancia y pastosa escrita por un comité y dictada por las ultimas encuestas. Este contenido era explosivo.
“Amigos, tengo vergüenza decirlo, pero hemos empezado a comportarnos como los engreídos del Imperio Británico contra el cual se alzaron nuestros padres. Eso, en esencia, es lo que mueve nuestro partido, nuestra campaña y nuestra causa. Somos Americanos que decimos con nuestros padres: Al diablo con el Imperio, queremos que nos devuelva nuestro país.”
Fue entonces al entrar en el estudio que vi que era Pat Buchanan, el combatido candidato a la nominación del Partido Reformista que estaba dando el discurso de su vida. Gústele o no, es difícil de ignorar la retórica de Buchanan.
Desde el principio de su discurso atacóó el aborto: “¿Qué ha pasado con los americanos olvidados de Philadelphia? Los niños americanos no nacidos, otro millón de los cuales morirán este año sin ver nunca la luz del día. Por estos inocentes perdidos hubo escasamente una palabra de compasión del partido de los conservadores compasivos. Bien, los Republicanos puede que se alejen corriendo de la protección de la vida pero mientras halla un poco de vida que me quede a mí, yo nunca me alejaré porque su causa es mi causa y la causa de ellos es la causa de Dios.”
Momentos mas tarde, el hombre de estado le dio la palestra al peleador duro de la calle: “En lo que se refiere a la China, no vamos a aceptar mas convenios comerciales que favorecen a otros en los que compramos un 40% de sus exportaciones y ellos compran el 1% de las nuestras. Y yo les diré: Muchachos, o paran la persecución de los Cristianos y las amenazas a nuestros amigos en Taiwán, y apuntando cohetes a los Estados Unidos o Uds. han vendido el ultimo par de palitos de comida en ninguna tienda de nuestro país”
Y es todavía capaz de darle a los oponentes con esa chispa aguda: Voy a hacer referencia al tópico principal de la campaña de Bush: la educación. El Sr. Bush es tan entusiasta que le dijo a un desconcertado público en Carolina del Sur y yo cito directamente “Rara vez se ha hecho la pregunta. ¿Está aprendiendo nuestros muchachos? Bien, nuestros hijos no esta aprendiendo en Texas, Señor Gobernador.”
Los políticos ya no hablan así. Todos están tan comprometidos con su “base” y tratan de ser tan amables con ellos que ningún candidato se atreve a decir lo que tiene en su mente. Buchanan es una excepción refrescante.
Aunque ha sido marginalizado en días recientes, esta temporada política le debe mucho a Pat Buchanan. La guerra cultural que tan brillantemente expuso en 1992 es ahora una realidad aceptada (solo escuche los últimos discursos del Sr. Bush.) La oratoria franca de Buchanan sobre la fe, la moral y la religión ha sido descaradamente adoptada por los dos partidos. En 1992 fue el Sr. Buchanan el que primero usó la frase “conservadores con corazón” (se parece a “compasivo”¿verdad?).. Aun cuando la prensa se resplandece con la nominación del Sr. Gore de un Judío Ortodoxo como su compañero de boleta, el hecho que Buchanan escogió a una mujer negra pasa desapercibida por la prensa a pesar que es una selección audaz.
Es poco probable que Pat Buchanan gane la elección a la Casa Blanca este año, a pesar de su clara oratoria y agudeza profética. En este momento no se ha aclarado si ha recibido el apoyo del Partido Reformista. Durante su convención en Long Beach la semana pasada, el Partido se dividió en dos facciones. Cada una eligiendo su propio candidato: Buchanan y un hombre llamado John Hagelin. La Comisión Federal Electora tendrá que aclarar el conflicto y determinar quien puede reclamar el tesoro de la campaña, $12.6 millones de dólares en fondos federales.
Al presente, las encuestas le dan a Buchanan solamente el 2% del electorado. La cobertura negativa sin fin de los medios de comunicación no le ayuda para nada. Pero cuando se dispara a quemarropa como Buchanan, tiene que esperar algunas balas perdidas.
Su cambio radical sobre el libre comercio se le ha puesto la etiqueta de aislacionista. Su oposición al control israelí de Jerusalén de antisemita. A pesar que en ambos casos la postura de Buchanan parece inspirada por el sentimiento del pensamiento de Juan Pablo II, sus posturas han sido rotundamente endemoniadas Él es ahora hasta un crítico de las sanciones de Estados Unidos contra Irak.
A no ser que los resultados de las encuestas comiencen a mejorar, Buchanan perderá la oportunidad de hacer lo que el solo esta calificado para hacer: Crear un poco de controversia en los debates presidenciales. Tanto los Demócratas como los Republicanos han decretado que solo los candidatos que tengan mas del 15% en las encuestas pueden se parte de los debates. Esto es absurdo. Cuando Teddy Roosevelt se postuló en una boleta de un tercer partido, yo dudo mucho si alguien en aquel entonces hizo una encuesta para ver si podía debatir con sus contrincantes.
Cualquiera que sea la opinión que se tenga de Buchanan, su voz claramente merece que se escuche. Aunque pocos estarán de acuerdo con él en todos sus puntos, él ha hecho lo que muchos pensaron que era una tarea imposible. Enfrentándose a desigualdades insuperables se las ha arreglado para darle oxígeno a las ruinas del Partido Reformista de Ross Perot y lo ha reconstruido en su propia imagen. Buchanan también ha podido incluir su nombre en las boletas de los 50 estados. Ralph Nader, el único otro candidato independiente que tiene credibilidad no ha podido acercarse a Buchanan en lograr eso.
Los partidos mayoritarios le están haciendo un flaco servicio al público usando su poder e influencia en sacar a voces minoritarias de la plaza pública. Buchanan debe ser aceptado en los debates con el Sr. Bush y el Sr. Gore. Si los candidatos de terceros partidos son radicales y poco serios, entonces ¿por qué no dejar que el pueblo americano los vea en toda su gloria? ¿A qué le tienen miedo los Demócratas y Republicanos?
Probablemente que los desenmascaren. Los dos partidos se han vuelto tan similares en los últimos años que lo único que no necesitan es un inconformista mostrándoles lo obvio. Por supuesto que también esto pudiera ser autoprotección. Después de ver a los Sres. Gore y Bush en debates durante la primaria, es claro que Buchanan tiene el potencial de destruirlos retóricamente si no financieramente.
No, Buchanan probablemente no llegara a los debates presidenciales este año lo cual será una pérdida para nosotros. Puede ser que no sea elegible, pero Buchanan tiene el rasgo que hace que la política sea interesante: convicción y una pasión honesta. Tan pronto como los grupos de enfoque ejerzan su influencia, sus oponentes se darían cuenta que necesitan adquirir estas cualidades con rapidez De lo contrario, la concurrencia en las urnas pudiera ser abismal.
The Church View
Catholic social teaching has long stressed the value of work in developing the dignity of each person. As the great Pope Leo XIII said in his 1891 encyclical, Rerum Novarum, “gainful occupations are not a mark of shame to man, but rather of respect, as they provide him with an honorable means of supporting life.”
More recently, in his encyclical On Human Work, Pope John Paul II wrote, “Work is a good thing for man – a good thing for his humanity – because through work man not only transforms nature, but he also achieves fulfillment as a human being and indeed in a sense becomes more a human being.”
Much of our thinking in this country about the value and dignity of a good day’s labor comes from what sociologist Max Weber called “the Protestant work ethic,” a term you don’t hear much anymore. Under Weber’s thesis, American settlers brought an attitude of hard work and thrift as religious and moral obligations.
For earlier generations of Americans, work was considered a calling, a way of honoring God. Thus, any legitimate work had inherent value, no matter how menial or low-paid. Laura Ingalls Wilder’s “Little House” books among this country’s greatest literary works provide some of the best portrayals of the old American work ethic. Her parents’ self-reliance and industriousness would shame today’s hardest-working entrepreneurs.
Time-Honored Work Ethic
Although the welfare state has undercut much of this work ethic, belief in the value of industry in building character and responsibility remains strong. Our own self-image and spiritual well-being are still directly tied to how productively we spend our waking hours no different than in Laura Wilder’s day.
Today, of course, Labor Day signals the final breath of summer, the end of vacation, the last bit of fun before school starts. But it's also fitting that we pause to pay tribute to the simplest, as well as the most complex, of human endeavors: the time-honored notion of good, honest labor that earns its daily bread.